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lunes, 5 de abril de 2010

Falsas apariencias

Hacía ya un año que mis padres se habían separado, y desde entonces mi madre no había estado con ningún hombre, hasta que llegó Joseph. Era atento, ayudaba a mi madre en casa, era cariñoso y... tenía una hija, Sara.

Después de un año, mi madre y Joseph decidieron irse a vivir juntos. Tenían incluso la fecha de la boda. Fue en ese momento en el que conocí a Sara.
Entró por la puerta sin decir nada. La llevé al que iba a ser su cuarto, y traté de que dijera algo, pero... no dijo nada. Era algo imposible, así que decidí dejarla sola para que disfrutara del momento de conocer el lugar donde iba a vivir a partir de ahora. Sin decir nada abrí la puerta para salir de la habitación, ya casi estaba en el pasillo cuando dijo:
-no te hagas ilusiones, no nos quedaremos mucho tiempo.
-porqué lo dices, si nuestros padres se van a casar, lo lógico es que se vayan a vivir juntos, no?
-no se casarán.
-a que te refieres?
- mi padre siempre hace lo mismo, encuentra a una mujer, la enamora y luego la abandona, por eso yo prefiero no cogerle cariño a las novias de mi padre... o a sus hijos.
Estaba claro que esa frase iba para mi, pero aún así traté de ser parecer amistosa, aunque tuviera ganas de ahorcarla.
-eso pudo haber sido en el pasado, pero esta vez no pasará.
-tan segura estás?
-si
-pues, allá tu.
Esa fue una de las pocas veces que hablé con ella. Siempre que quería decirle algo, me evitaba. Era muy callada, apenas hablaba con nadie.
Pasó el tiempo y nuestros padres siguieron haciendo preparativos para la boda, que cada vez estaba más cerca, y yo les ayudaba en todo lo que podía, a diferencia de Sara, parecía como que no le importase nada acerca de la boda.
Quedaban pocas semanas para la boda, así que mi madre decidió llevar a Sara a probar su vestido para la boda, yo preferí quedarme en casa, no me gustaba mucho ir de compras. Joseph estaba trabajando, así que estaba sola en casa. Estuve un rato en el ordenador y después me aburrí. Empecé a dar vueltas por toda la casa, pensando en tonterías, hasta que sin darme cuenta acabé delante de la puerta de la habitación de Sara. Sentí curiosidad, quería entrar, ver como tenía su habitación, ya que no había vuelto a entrar desde el día en que llegó.
Abrí la puerta despacio, y entré. Todo estaba tal y como siempre, excepto una cosa. La puerta del armario estaba abierta. La curiosidad me comía por dentro, no podía resistirme a mirar dentro. Era un poco cotilla, en realidad bastante cotilla.
Me acerqué. La maleta de Sara estaba llena de ropa, como si pensara irse a algún lado, o como di ya supiese que su padre abandonaría a mi madre y ya tenía las maletas preparadas para marcharse. Cada vez sentía más curiosidad, así que decidí ver lo que había en su maleta. Ropa, zapatos y un álbum de fotos. Lo abrí despacio. Todas las fotos estaban acompañadas de una descripción al lado. Las fui viendo una a una, en la montaña, en la playa, los dos, Sara y Joseph. Joseph siempre salía sonriendo, pero Sara siempre con esa cara de seriedad.
Seguí pasando las páginas, hasta que llegué a la mitad del álbum. A partir de la mitad el álbum cambiaba. En cada página la foto de una mujer, y en algunas acompañada de una niña o un niño, o una chica o un chico, con la descripción que acompañaba a cada foto.
Rosa fernandez: Mallorca, españa. 35 años, divorciada, dos hijos, niño y niña de 7 y 10 años. 3 meses. 3 puñaladas.
Marie Boureaux: nantes, francia. 39 años, viuda, sin hijos. 1 año. Caída desde un cuarto piso.
Kate Jackson: Londres, Reino Unido. 34 años, divorciada, una hija de 14 años, 8 meses. Asfixiada.
Pude contar hasta 12 mujeres, todas muertas. Parecían tan felices en las fotos. Joseph... el hombre en el que tanto confiábamos era un asesino en serie, y su hija... guardaba el secreto... guardaba en el álbum las fotos de todas las mujeres asesinadas por su padre. Llegué a la última página, y el álbum se me calló de las manos.
Sandra Iglesias: Galicia, España. 38 años. Divorciada, una hija de 15 años. ? meses. ?.
Y debajo anotado en lápiz... "no durarán mucho"...
Volví a dejar todo donde estaba, tal y como estaba. Me levanté y me fuí al piso de abajo a esperar a que llegarán.
El tiempo pasaba. Ya eran las nueve y todavía no habían vuelto, estaban tardando mucho. Estaba decidida a contarle todo a mi madre en cuanto volvieran. Empecé a dar vueltas por el vestíbulo, inquieta. Cogí el móvil y llamé a mi madre, no cogía. Me senté en el sofá, levantándome cada poco rato a mirar por la ventana si habían llegado. El más mínimo ruido que escuchara fuera me hacía pensar que eran ellas. Y de repente sonó mi móvil. Corrí a cogerlo, era Joseph, apenas podía hablar, mi madre y Sara habían tenido un accidente, estaban en el hospital. Salí corriendo de casa, llamé al timbre de la vecina y le pedí que me llevara al hospital. Llegué y empecé a correr hasta la recepción para preguntar por mi madre, justo en ese momento alguien me cogió por el brazo y tiró de mí.
- tu madre quiere verte. -era Joseph.
-suéltame, no me toques.
Empecé a correr y pude escuchar como gritaba Joseph.
- HABITACIÓN 358.
Subí por las escaleras corriendo hasta el tercer piso, llegué hasta la habitación y entré corriendo. Mi madre y Sara estaban tumbadas en una camilla. El médico estaba con ellas.
-estan bien?
-si. afortunadamente no ha sido para tanto, mañana se pueden ir a casa. Es un milagro que estén vivas.
Corrí a abrazar a mi madre. Estaba dormida. La habían dormido con calmantes, por culpa de que estaba demasiado nerviosa y necesitaba descansar. Sara también estaba dormida.
Pobrecita, todo lo que tuvo que pasar con un padre como ese.
Pasé horas allí. Salí de la habitación para ir al baño. Estaba en el baño con cara de sueño cuando entonces recordé lo que ponía en el álbum, "no durarán mucho". Comencé a correr hacia la habitación, abrí la puerta de golpe y grité:
-NO LO HAGAS JOSEPH, NO MATES A MI MADRE.
Al lado de mi madre no estaba Joseph, sino Sara, con un visturí en el cuello de mi madre. Entonces lo entendí todo, no era Joseph... era Sara.
-TÚ. Así que fuiste tú. tú mataste a todas las anteriores novias de tu padre. Y ahora intentas matar a mi madre.
-que lista. JAJAJAJA. Pensé que tardarías más en darte cuenta de lo que pasaba. Te he infravalorado. Es una pena, ahora tendré que matarte a ti también.
De un salto me abalancé sobre ella. Intenté quitarle el visturí de la mano. Forcejeamos. Caímos al suelo y seguimos peleando. La puerta se abrió de repente y entró Joseph.
-no, Sara, no. No me hagas esto otra vez.
Sara miró a su padre y luego me miró a mi, sonrió y entonces sentí un fuerte dolor en el pecho y todo se volvió negro. Dejé de sentir dolor... dejé de respirar... dejé de sentir... mi corazón dejó de latir...







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